diciembre 05, 2008

Resumen de la tesis

La violencia escolar no es propia de los países altamente industrializados, ni de alguna región de mundo. En occidente como en oriente, en el norte y en el sur, las escuelas sufren las consecuencias de un fenómeno que poco a poco ha llegado a sus aulas: el bullying. Esta investigación descriptiva y correlacional realizada en 24 escuelas de bachilleres de la Universidad Autónoma de Nuevo León, ubicada al norte de México, se aplicaron 1,061 cuestionarios a alumnos, 640 a profesores y 690 a padres y madres de familia, a fin de conocer la incidencia de comportamientos de violencia física, verbal y de exclusión social. Encontramos que el bullying afecta a 4 de cada 10 estudiantes que son víctimas, principalmente, de agresiones verbales y de exclusión social, por lo que son menores las agresiones físicas directas en indirectas, sin que esto no deje de ser preocupante. El principal maltrato es el que sufren 41,4% de alumnos víctimas de agresores que hablan mal de ellos, el segundo es el de un 31,7% de alumnos que son ignorados, el tercer maltrato es el de 30,6% de alumnos que son víctimas de motes que les ofenden y ridiculizan; el cuarto maltrato es la exclusión social que sufren un 19,4% a los que se les impide participar en reuniones, conversaciones y/o juegos y el quinto maltrato es de un 17,1% alumnos a los que les esconden sus cosas. Los alumnos, en su mayoría, sufren esta victimización en el aula de parte de sus compañeros, sin embargo las agresiones físicas (4,6%) y las amenazas con armas (1,3%), son cometidas también en la calle, cuando los alumnos abandonan la escuela con la intervención de agresores ajenos a los centros educativos, muchas veces integrantes de pandillas que merodean las preparatorias, pues un 35% de los alumnos denuncian la existencia de estas bandas anti-sociales. La mayoría de los maltratos quedan impunes, pues sólo un 1% de las víctimas denuncian el acoso y la intimidación a los profesores. En consecuencia un 6% de alumnos es víctima de alumnos que les rompen objetos personales; un 4,8 es víctima de robos: un 4,6% son golpeados; un 3,1% son intimidados con chantajes y amenazas; un 2,4% son acosados sexualmente; y un 1,3% son acosados por agresores que les quitan dinero o los obligan a hacer cosas que no quieren. Lo lamentable es que en el 53,1% de los casos esto suceda desde que el alumno entró a la escuela, el 23,3% desde que el alumno inició el semestre, un 14,2% desde siempre y que pocos intervengan para detener la situación.
En las agresiones están involucrados por lo menos 3 de cada 10 alumnos, pues un 34,7% aceptaron ignorar a sus compañeros; un 34% dijeron hablar mal de sus compañeros en actividades nocivas como difundir rumores dañinos; 13,6% señalaron que impiden a sus compañeros participar en reuniones, conversaciones y/o juegos; un 3,4% aceptó haber pegado a sus compañeros, y un 1,3% confesó haber robado cosas. También un 2,6% dijo haber roto objetos personales; un 10,9% escondió cosas y un 1% confesó algún acoso sexual. Un aspecto preocupante es la creciente introducción de armas, pues un 46,4% de los alumnos dijo haber visto o estar informado de alumnos que meten navajas; un 43,1% han visto que meten cadenas, un 18,6% se enteró o vio introducir cuchillos y un 4,5% atestiguó o supo de introducción de pistolas, al margen de otras armas como manoplas y picahielos, con los que también se puede hacer mucho daño. En 14 casos, alumnos aceptaron portar armas para accionarlas en defensa propia en caso de alguna agresión. Los profesores también son alcanzados por la violencia en su contra, que en muchos casos tiene que ver con maltratos que ellos también infligen al poner motes, ridiculizar, hacer burlas e incluso sembrar rumores de sus alumnos. Esto ha provocado un malestar docente que ha llevado a algunos a sufrir problemas depresivos, de estrés, de enfermedades físicas que han provocado en ellos temor y ausentismo. Y una cierta indefensión al carecer de habilidades para enfrentar los conflictos. Por otro lado, pocos padres de enteran de los maltratos, pues la mayoría de los alumnos confían esos problemas a sus amigos. Pero los que tienen buena comunicación familiar conocen de las agresiones que sufren sus hijos de parte de sus compañeros e incluso de sus profesores, llegando al grado de recomendar que respondan a las agresiones en defensa propia al saber que sus hijos se encuentran inermes ante la escasa intervención de los profesores. Alumnos víctimas y agresores, padres y maestros, atribuyen las agresiones a venganzas, aspectos de la personalidad de la víctima y del agresor, pero en esta investigación a través del estudio correlacional que efectuamos demostramos que a cada comportamiento violento subyace una ausencia de valores positivos que han olvidado o inculcado deficientemente la familia y la escuela o bien a los valores negativos que los alumnos aprenden en la interacción social con la familia y sus maestros.

Modelo ecológico de intervención

-Es cierto lo que le dijeron de mí, yo le pegó a mis compañeras. Pero le prometo que no lo vuelvo a hacer- dijo el alumno.
Estábamos sentados a mitad del patio, en el cordón de una jardinera reflexionando sobre el problema de la violencia en las aulas de la secundaria 22, ubicada en la Colonia Vicente Guerrero de San Nicolás.
Había frente a mí tres alumnos de primer año con los que había convivido en el último mes a petición del Instituto de la Juventud de es municipio, cuyos funcionarios me solicitaron un programa de intervención para disminuir la violencia en ese centro educativo.
-Lo que pasa- comentó el alumno- es que tengo muchas hermanas y ellas me pegan por cualquier cosa que hago. Les tengo mucho coraje.
-Entonces ¿buscas vengarte de lo que te hacen en tu casa?, cuestioné.
-Sí, pero ya entendí que no es correcto lo que hago- afirmó.
Yo-intervino el otro adolescente- beso a las compañeras a la fuerza, pero ya no lo haré.
A mí me pegan ellos dos- señaló el tercer alumno- pero lo hacen si razón, pues no les doy motivos. Quiero que dejen de molestarme.
-Y que van a hacer para ayudarme a que no haya violencia entre los alumnos de esta escuela, les dije.
Los alumnos que habían reconocido ser agresores, me pidieron una hoja de la agenda que llevaba en mis manos y con su puño y letra se comprometieron a no pegar a sus compañeras, a terminar con el acoso sexual y a no lastimar físicamente a los alumnos.
Al día siguiente, los cientos de alumnos de la escuela secundaria llevaron una brocha, bolsas para la basura y con varias latas de pintura que había llevado el Instituto de la Juventud, cubrimos el graffiti que manchaba la barda del centro escolar.
Al interior de la escuela, pasillos y jardines fueron aseados, por alumnos entusiasmados por hacer de su escuela un lugar más agradable, un centro educativo en armonía.
En las ventanas de aulas y oficinas había algunos cartelones donde tímidamente algunos alumnos escribieron frases de rechazo a la violencia escolar.
Maestros, funcionarios y alumnos decidimos plantar un árbol en el centro del jardín escolar para que simbolizara la alianza que formamos para enfrentar la violencia en las aulas.
El modelo de intervención consistió de tres fases:
La primera tarea consistió en sensibilizar a los estudiantes sobre el fenómeno de la violencia escolar, definiendo el fenómeno, informando sobre los tipos de agresiones y los índices de cada uno de los maltratos, según los estudios realizados en el ámbito local.
Posteriormente informamos del sufrimiento que pasan los alumnos víctimas de bullying y el negro futuro que enfrentan los agresores.
Después pedimos a los que estuvieran a favor de la paz en la escuela que escribieran frases en cartelones donde mostraran su oposición a la violencia en las aulas.
Pedimos a los alumnos que nos dieran el nombre –en un papel secreto- de aquellos alumnos que fueran víctimas de sus compañeros y que además identificaran a los agresores.
Sometimos a la aprobación del alumnado y de los directivos, la realización de un proyecto ecológico en beneficio de la escuela, que consistía en estar en paz con nuestro medio ambiente borrando el graffiti de aulas, pasillos y bardas.
Otra de las actividades que sometimos a aprobación fue el reforestar jardines, sembrar nuevas plantas, hacer limpieza general y pintar la barda.
Acordamos que los alumnos deberían asistir con pantalón de mezclilla, camisa o blusa blanca, y una brocha.
La escuela se encargaría de proveer algunos alimentos y bebidas para los alumnos, y el Instituto de la Juventud de San Nicolás, conseguiría pintura, escobas y otras herramientas para limpieza.
El día del evento hubo música, discursos oficiales y una gran alegría de los alumnos que descubrieron en gusto de trabajar en equipo, la tranquilidad que da estar en armonía con el medio ambiente y el valor de la convivencia con sus compañeros de otros grados.
Al inicio de este período escolar trabajaremos en la instalación de comités estudiantiles para desarrollar actividades por la paz en la escuela, porque evitar la violencia en las aulas requiere del trabajo continuo.

Legislar para enfrentar la violencia en las aulas

Autor: Dr. Luis Antonio Lucio
El pasado 4 de julio, cuando concluyó el periodo escolar, la historia académica del Estado de Nuevo León registró el suicidio de tres estudiantes de escuela primaria.
Dos de ellos estudiaban en escuelas de Ciudad Guadalupe y uno en un plantel del Municipio de Monterrey.
La muerte de estos pequeños sólo conmovió a sus familias, porque no hubo nadie en la sociedad que levantara su voz exigiendo que se tomen medidas para que esto no vuelva a suceder.
En España, el suicidio de Jokin C., alumno de una secundaria del poblado de Hondarribia en el país vasco, conmovió tanto a la sociedad, que el sistema educativo fue sacudido para que hicieran investigaciones y se diseñaran programas para mejorar la convivencia escolar.
Y aún así, la violencia sigue.
En México, dice la investigadora María Teresa Prieto, la violencia en las aulas es un tabú.
Y es cierto, pues los directores de los centros educativos, miran para un lado cuando les gana la ansiedad y cambian de tema, cuando hablamos de la violencia que acontece en sus aulas.
Nosotros mismos, a veces nos cansamos de predicar en el desierto, y quisiéramos voltear también la vista a otro lado y hacer como que nada ocurre, pero eso no es verdad ni creemos que sea el camino correcto.
Quienes estudiamos la violencia en las aulas jamás iremos por ese camino, porque sabemos del enorme sufrimiento que pasan los alumnos cuando son víctimas de acoso en intimidación en su escuela.
La violencia en las aulas es tal que el Instituto Nacional para la Evaluación Educativa encuestó a poco más de 39 mil estudiantes y encontró que 17 de cada 100 alumnos de escuela primaria y 14 de cada 100 estudiantes de escuela secundaria, son lastimados físicamente por sus compañeros durante el período escolar.
Los estudios que he realizado en escuelas preparatorias demuestran que cinco de cada 100 alumnos del Nivel Medio Superior, son golpeados por sus compañeros de escuela cada semestre.
La Universidad mexicana, por tanto, debe encarar la violencia en las aulas, y el sistema educativo encargado de gestionar la educación básica, debe tomar el mismo camino.
Josefina Vázquez Mota, secretaria de Educación Pública en México, insertó un discurso en el Plan Sectorial Educativo 2007-2012, donde demanda enfáticamente encarar el problema de la drogadicción y la violencia en la escuela.
Es, a pesar de las voces que le dan la contra, una mujer que reconoce las realidades que enfrenta el sistema educativo.
Y las llama fríamente por su nombre, porque nadie puede negar que no haya drogas, armas y violencia en los salones de clases, ya sea de escuelas públicas o privadas.
Precisamente el objetivo 6 del Plan Sectorial demanda a los actores de la educación promover la seguridad de los alumnos y los profesores, y es en el objetivo 4, donde pide fortalecer la convivencia democrática y cultural en las escuelas.

La meta es que para el 2012 por lo menos el 30 por ciento de las escuelas primarias y secundarias –unos 36 mil planteles- esté incorporado al programa de Escuela Segura. Hoy los centros educativos que participan son pocos a nivel nacional.
Lamentablemente este programa está dedicado a enfrentar el narcotráfico y deja de lado los problemas de convivencia.
Enfrentar la violencia en las aulas es tarea de todos, y son los legisladores, quienes más se han mantenido al margen de este fenómeno.
Por eso proponemos que la Cámara de Diputados legisle para enfrentar la violencia escolar, reconociendo a los alumnos el derecho a una vida sin violencia en las aulas.
Es decir, se debe otorgar al alumnado y a la planta docente el Derecho a la Paz en las escuelas. Esto permitiría la generalización nacional de reglamentos con los que se pueda sancionar a toda persona de los estamentos del sistema educativo, que maltrate a cualquier alumno, profesor o administrativo en las escuelas.
La propuesta va en el sentido de que los alumnos sean protegidos por la Ley en el interior de la escuela, pero también en su desplazamiento de la escuela a su hogar y de su hogar a la escuela, por cualquier medio de transporte.
Y es que, de acuerdo a mis estudios, un 14 por ciento de los alumnos son maltratados cuando salen de la escuela por sus mismos compañeros, quienes amenazan en el salón de clases y ejecutan a la salida.
Y estas agresiones son cuando caminan a su casa, en el transporte escolar, en el metro, en camión y hasta algunos carros de alumnos han sido apedreados.
Esto ocurre porque la escuela no se hace responsable de lo que ocurre afuera de sus instalaciones y porque los cuerpos de seguridad pocas veces vigilan los centros escolares a la hora de acceso o salida.
Lo que propongo no es nada nuevo, en Nueva Jersey la senadora Bárbara Buono, presentó una propuesta de ley presentó una ley que tendrá consecuencias para los agresores –bullies o matones de patio- que atenten contra sus compañeros en las escuelas, cercanías, autobuses escolares y paradas del autobús escolar.
En España el Real Decreto 732/195 establece derechos y deberes a los alumnos, con una serie de normas cuyo objetivo es regular la convivencia escolar.
En su artículo 17 establece que todos los alumnos tienen derecho a que se respete su integridad física y moral, y su dignidad personal, por lo que no pueden ser objeto, en ningún caso, de tratos vejatorios o degradantes.
El Real Decreto establece sanciones para los alumnos agresores y brinda protección contra ataques que reciban los estudiantes fuera de la escuela, siempre y cuando tengan su origen en el centro educativo.
El artículo 45 considera agravante la premeditación, la repetición de los actos, así como causar daño o injuria menores de edad o a alumnos de reciente incorporación en el aula.

Una propuesta en este sentido envié a la Cámara de Diputados. Te invito a consultarla en el sitio: www.diputados.gob.mx/cedia/sia/redipal/CVI-01-08.pdf

La violencia en las aulas de México

Los primeros días de agosto de 2003, recorrí 27 centros educativos del Nivel Medio Superior de la Universidad Autónoma de Nuevo León, con la el firme objetivo de conocer la incidencia de actos de violencia escolar.
Un total de mil 61 alumnos (as), 640 profesores y 690 padres de familia contestaron una serie de preguntas formuladas a través de tres autoinformes. Sus respuestas, luego un intenso análisis estadístico, me permitieron conocer los problemas que enfrentan cada día los alumnos mexicanos en las aulas de las escuelas preparatorias.
A finales de mayo de 2005, el estudio fue presentado ante científicos de la Universidad Complutense de Madrid, que en la Facultad de Educación integraron el jurado ante el que presente la tesis doctoral: La violencia en los centros educativos del Nivel Medio Superior; análisis y proyección hacia los docentes".
La tesis me hizo merecedor de obtener la distinción de "Sobresaliente Cum Laude" por unanimidad del jurado.
Los resultados de este estudio pionero sobre bullying en las escuelas preparatorias serán publicados es este espacio. A través de esta información veremos que la violencia en las aulas de México no es un mito, es una realidad.